(Este escrito lo realicé para mi clase de gramática en la que nos solicitaron hacer un análisis del prólogo y el primer capítulo de Crónica de una muerte anunciada).
Cuando estaba en cuarto de primaria tuve que leer “Crónica de una muerte anunciada” por Gabriel García Márquez. Mi mamá, como era de costumbre en la época del colegio, me acompañó a leer el libro. Mientras estudiábamos el texto, ella frecuentemente se sorprendía y exclamaba: «¡Yo crecí escuchando esta historia en mi pueblo. Increíble que esté en un libro!». En ese entones, yo no le puse mucho cuidado ni a lo que ella decía ni al libro, ya que para mi simplemente era un trabajo más del colegio.
Hoy en día al coger nuevamente este ejemplar, y en general cualquier obra de García Márquez, me doy cuenta de su grandeza y la razón por la cual fue merecedor del Premio Nobel de Literatura. García Márquez tuvo el genio de capturar en palabras la realidad del padecimiento del pueblo colombiano usando la franqueza propia de los costeños.
Por la época en que entré a primer semestre de comunicación, falleció García Márquez. Recuerdo que el profesor Rojas nos dijo que había muerto “el más universal de todos los colombianos”. En ese momento no comprendí muy bien sus palabras, pero en estos días leyendo “Las Voces de Chernóbil” por Svetlana Alexiévich he discernido el significado de aquellas palabras.
Sin nunca haber puesto un sólo pie en Bielorrusia, gracias al trabajo literario y periodístico de Alexiévich, otra premio Nobel, puedo vislumbrar el sufrimiento del pueblo bielorruso y su riqueza cultural. De manera análoga, el legado de García Márquez viaja a través de las naciones contando la idiosincrasia de la costa atlántica colombiana. Incluso viaja a través de la misma Colombia contando la peculiaridad del pueblo costeño que puede llegar a ser foráneo para las personas del interior del país.
Al leer “Crónica de una muerte anunciada” me parece estar leyendo a mi mamá y las absurdas historias de su natal Sucre. Por ejemplo, el detalle de la reacción de Victoria Guzmán cuando Santiago Nassar abordó a Divina Flor parece la descripción del temple frío y severo que da mi familia sobre mi bisabuela.
Victoria Guzmán le mostró el cuchillo ensangrentado.
A diferencia de la mayoría de las crónicas e historias detectivescas, desde el principio ya se sabe quiénes mataron a Santiago Nassar y porqué lo hicieron. Ahora resta continuar leyendo el libro para descubrir porqué nadie impidió la muerte anunciada.
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